Recuerdo algo que me paso hace unos años mientras trabajaba en una multinacional. Después de haber pasado una época difícil en el extranjero, estaba de nuevo en Barcelona en un momento laboral dulce. En esa época empezaba poner en práctica algunos hábitos vinculados al bienestar en el trabajo. De hecho, me sentía muy bien, bastante feliz.
Un día entré en la sala de café y después de estar hablando un rato con diferentes personas, Miriam me preguntó: “Joki, ¿pero tú qué te tomas para ser feliz?”. Yo me reí y la verdad es que no supe bien qué contestar.
Estaba en pleno proceso de cambio y afrontaba las situaciones con mayor serenidad del lo que lo hacía antes. Supongo que esto contrastaba con el clima de re-estructuración que vivía la empresa en aquel momento. En cualquier caso, no fui capaz de decirle a Miriam el motivo específico por el que me sentía tan bien.
Hace poco me vino a la mente aquella conversación y pensando en ello encontré la respuesta a su pregunta. No se trataba del resultado de haber aplicado alguna de las técnicas o hábitos que había aprendido. Iba mucho más allá: en aquel entonces estaba comenzando a “tomar decisiones”… Decisiones que me acercaban a ser más feliz en el trabajo (tales como poner foco en lo positivo, decir no a aquellas cosas que no eran importantes, o equilibrar mejor mi vida personal con la profesional).
Esto era algo nuevo para mi, pues anteriormente no solía tener en cuenta mi bienestar en el día a día. Tomar decisiones que me acercaban a mi propia felicidad me hacía sentir bien. Aunque a veces no era fácil (me costaba decir que no a otras personas) resultaba tremendamente gratificante.
Se ha demostrado que los individuos deseamos la felicidad por encima de lo demás (incluida la la riqueza, el éxito o el conocimiento)1. Sin embargo, no tomamos decisiones consecuentemente.
El ser humano prioriza otros atributos a la propia felicidad. Por ejemplo, algunas personas prefieren tener un trabajo estresante, que no les gusta y al que dedican la mayor parte de su tiempo (y por el cual cobran un gran salario), a tener un trabajo que les apasiona, donde pueden contribuir a un propósito, sin prisas ni presiones y que aporte un equilibrio a su vida personal y laboral (eso sí, con un salario inferior). De hecho, yo era uno de ellos. Hasta que comencé a tomar decisiones que me acercaban a mi propia felicidad en el trabajo.
La toma de decisiones hacia nuestra felicidad (junto con la actitud positiva)es una de las acciones más potentes que podemos poner en práctica para ser felices en el trabajo. Para ello quizás es bueno parar y preguntarse qué es lo que me hace feliz. Y una vez definido, asumir la responsabilidad y tomar decisiones que me acerquen a ello.
Para ser feliz en el trabajo (y en la vida) hay que tomar… decisiones, que nos acerquen poquito a poquito a nuestra propia felicidad. Merece la pena.
¿Y tú? ¿Qué decisión vas a tomar hoy o mañana que te haga un poquito más feliz en tu trabajo?
1. “The desirability of Happiness Across Cultures” – Diener,E.& Oishi S. (2006)
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